martes, 29 de septiembre de 2015

Regreso

Una noche tuve la posibilidad de regresar al pasado. Recorrí las escaleras en espiral de madera, los tablones desvencijados con uno que otro tornillo asomado, las paredes de mármol adornadas con el polvo de los balonazos de mi juego infantil. Observé en detalle las arandelas de los portones y recorrí con mis manos el musgo quebradizo de los pesebres decembrinos. De la habitación olvidada salían armatrostes como serpentinas, mientras los restos de algodón y madera brillaban como la escarcha. Quise explorar el salón de baile y me encontré con los espejos oxidados que apenas confundían mi reflejo. En la mecedora, mi abuela bordaba un mantel al tiempo que se acomodaba los anteojos y escuchaba la emisora que solía dedicar el domingo a los boleros. Me reconoció acercándome y me dejó escuchar su voz fina: «A esta casa solo le quedan recuerdos, mijo», dijo. «Pero para llevárselos, no tenía que hacer un viaje tan largo».